Un año, me presenté en un tribunal a defender oralmente la programación que había hecho en el escrito.
Había cuatro personajes detrás de una mesa larga... eran las 4 y pico de la tarde de un día de verano en Málaga... no veas si hacía calor y sueño.
Nada más entrar observé que uno de ellos llevaba unas gafas de sol negras puestas.
Saludé, me senté frente a ellos y el capullo de las gafas seguía con ellas (y ése era uno de los que me iba a puntuar a mí, ¡anda ya!, me estaba empezando a rebotar).
No pasaron más de 5 minutos de mi defensa cuando me dirigí a él y le dije:
Por favor, ¿se quita usted las gafas, compañero, o me pongo yo las mías?
Los demás giraron la cabeza hacia él, que lentamente se las subió hasta dejarlas sobre la cabeza mirándome fijamente sin articular palabra.
Volví la vista al frente, sobre el que hacía las veces de presidente del tribunal y les dije:
¿Alguna pregunta más?
Contestó que no y me fui.
Nota final: 2, no sé cuántas diezmilésimas.
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